lunes, 16 de noviembre de 2020

Mis moléculas en el universo

 ¿Sabéis esa sensación de estar en una pesadilla en la que quieres despertar y no puedes? El cuerpo no responde y la cabeza te dice : abre los ojos. Pues, los he abierto y todo sigue igual. Escribo por la necesidad de hacer visible aquello que me da vergüenza, pavor y me hace sentir "menos mujer" cuando en realidad, te hace más mujer que nunca.


Desde hace tiempo soñaba con ser madre, con ese instinto que jamás pensé que tendría y que supuso un cambio en mis células cuando sorprendentemente fue un SI. Cómo un instante cualquiera, te cambia la vida. 

No quería hacerme ilusiones pero ¿quién no puede hacérselas teniendo esta historia en su interior? Las semanas pasaban y mi pequeña célula se desarrollaba en mí. Me sentía menos sola, más mamífera que nunca. Pero no siempre una late al compás. 


Y en unas 10 semanas de auténtico amor profundo, se ha esfumado todo en un abrir y cerrar de piernas. Mi pequeño cuerpo, mi vida, mi pequeña mariposa dejó de latir. Y una parte de mí también se ha desintegrado. Solo unos minutos te quitan el título de madre. Cómo decía... cómo te cambia la vida en unos instantes. 


No sabes lo fuerte que eres hasta que estás  débil. Nadie debería ver como la aventura de ser madre se marcha con un sonido de cisterna provocado. Unas píldoras que dicen adiós. Un sangrar sin rumbo y unos dolores que no tienen compensación alguna. Y no son sólo un par de días... Creedme. 


Es doloroso leer estas palabras, lo entiendo. Pero no están aquí solo para eso. Están para hacer visible el dolor de las mujeres que pierden de una manera u otra a su bebé. De qué no siempre el tiempo todo lo cura, porque literal debe cicatrizar por dentro y volver cada cosa a su lugar. Debo volver a ser yo, sabiendo que jamás seré la misma . Sacar fuerzas para levantarme y no solo de manera psicológica, sino físicamente. El  cuerpo no entiende de tiempos y la naturaleza por muy sabia que sea, vuelve a su curso sin preguntar. Se te retuerce por dentro y te indica que ya no hay más vida que la tuya. Y que con eso debe ser suficiente para echar de nuevo a andar. 


No he llorado mucho, lo confieso. Aún estoy en ese momento de incredulidad. Lloro en horas dispares como olas que vienen y van. Supongo que por eso, las lágrimas son de sal como el mar. 


Sé que superaremos la tormenta y entiendo lo de distraerse, hacer cosas que te hagan reír y rodearte de tu gente. Lo entiendo y lo hago pero un corazón roto no se arregla con superglue. 


Habrán historias más bellas y bonitas que contar. Ojalá en un futuro pueda publicar lo feliz que seremos marido y yo al ver a nuestro bebé con nosotros pero hoy, es de esos días tristes en los que no está mal sentirse triste, sufrir el dolor en las entrañas y sólo puedes estar acostada porque todo duele tanto que no puedes ni dormir. 


Todo pasará, lo sé. Pero permitirme decir que necesito estar mal, para volver a estar bien. Ya caí en depresión una vez... Pero esa vez, estaba sola. Ahora tengo a mi ejército que me acompaña y sé que no me soltará. 


Y a ti, mi pequeña molécula en este enorme universo, te voy a querer siempre. Vida mía. Vida nuestra.

lunes, 30 de marzo de 2020

Las mujeres que no se amaban demasido

Mi pregunta es sencilla: ¿ a quién mierdas se le ocurrió crear princesas que eran rescatadas por sus apuestos  caballeros y vivir felices comiendo perdices? Si lo supiera solo podría aplaudirle mientras grito un BRAVO.

Por ti , crecimos pensando que le gustas a un chico cuando pasa de ti. Por ti, nos acurrucamos escuchando a Alejandro Sanz y su corazón partío. " ¿Lo ves?" cantaba él a voz en grito. Y no, yo no lo veía. Estaba ciega de amor por Perico el de los palotes,que ya no era tan caballero como Eric, Tarzán o el apuesto Febo. No cantaba canciones de amor para mí. Ni me tapaba si hacía frío.

A moco tendido aprovechábamos los días lluviosos para agonizar en el sufrimiento de que ese no fuera " el principe". Pero por Dios bendito,si la que me volvía azul era yo de tanta oscuridad, película ñoña y canciones depresivas. Era como los vampiros esos de Crepúsculo que del poco sol que me daba , se podía ver a través de mí. Después creces y pasas de la magia de Disney a la magia americana. El chico malo tiene a mil mujeres detrás suya pero , la casualidad, el destino, el azar y el rayo divino celestial hace que, sin esperarlo, la guapa pero hortera chica nueva se lo lleve de cabeza. No sin antes sufrir una transformación a macizorra. Macho, ole películas. Ahora no sólo esperamos que nos rescaten sino que el muchacho se fije en ti por tu cambio físico brutal que hace que, en cuestión de unos tres fotogramas, caiga rendido a tus pies. Así..porque sí. Porque es la guapa de la película (no van a elegir a alguien normal) que derrite el corazón del gran macarra y lo enamora por su ¿inteligencia? ¿personalidad? No. Por un vestido apretado y un maquillaje impoluto. He aquí una buena lección de amor propio.

Pero vamos a ver, ¿ cómo me voy a querer, desgraciaos? ¿Cómo? Si desde que respiro tengo que besar una rana o perder un zapato para sentirme realizada. No os creáis ni la mitad de lo que sale en las pantallas, por mucho que paguemos para ver a Thor. Por mucho que nos encante ver cómo por fin, Ross está con Rachel después de millones de temporadas mezclando amores sin sentido. No, nosotras no somos las chicas de esa película. Pero si de la nuestra.

No olvidemos que podemos cambiar el final de nuestro historia. Mira Disney, se cargó en romanticismo de sus películas en una frase cuando Elsa pronunció: " No puedes casarte con alguien al que conoces de cinco minutos, Ana". Y de fondo, varias generaciones de mujeres aplaudieron. Lo hicieron desde sus casas, en bata, sin pintar. Desde los gimnasios sudando, desde su cama acostadas, desde sus despachos maquilladas. Mujeres reales, de las que nos rodeamos, que deseamos, que somos ídolos, las del día a día. Así que, a ti pequeña que te escondes detrás de ese bol de palomitas o de esa lágrima porque alguien te dejo: Tranquila. Alejandro Sanz nos dejó un "Y si fuera ella" para que cuando la oigamos digamos; Basta de condicionales. Soy yo.


Hola corazón. Siento haberte olvidado


Han hecho falta cinco años, varios cambios de casa, de isla a península. De centro a sur, trabajos por doquier, una vida nueva, un matrimonio, dos perros y una cuarentena para encontrarme. Pues...tampoco es para tanto.


martes, 3 de febrero de 2015

Las mascarillas que nunca me puse

Aquí desde la distancia, desde el borde de arena que piso y las olas que contemplo, todo parece cobrar importancia. Sobre todo, las cosas que se quedaron al otro lado del charco.
Echo de menos saber que estás pulsando una tecla y diciendo "ven". Me falta saber que todas las semanas podré verte la cara y reírme de las pequeñas cosas. Hablar de los hombres en singular y en plural. Comentar el miedo que nos da el porvenir y siempre diciendo un "ojalá que...".

El tiempo pasa lento y hace poco que estoy aquí pero no puedes ni imaginar lo que te echo de menos. Hay kilómetros de por medio, hay mar y hay peces, ballenas y delfines . Hay barcos pesqueros, olas que suben y bajan,la gente nadando y una costa enorme. Hay una orilla y en ella mojo mis pies pensando que si algo me apetece hoy, eres tú.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Sandy

Resulta gracioso pensar las veces que he odiado que me dijeran  Alexandra. Sentía que era un nombre inmenso para un ser tan pequeño. Mis padres me lo pusieron tras pensar mil quinientas combinaciones con mi apellido. Y es que ser una Señorita Barba, nunca ha sido fácil. No podéis imaginar los vetos que mi padre hizo: Blanca Barba, Clara Barba...Mi madre en su afán de hacerme dulce optaba por ellos. Pero en mí, eso era pasarse.

Finalmente decidieron que me pondrían Sandra y como ya tengo más que garantizado, las cosas no nos salen a la primera y mi nombre era demasiado corto para una iglesia. Así que en un intento más por buscar mi identidad, eligieron Alexandra con X y no con J, como la mayoría de personas tiende a decir. Y lo entiendo, es normal. Lo X a veces asusta.

Cuando era adolescente, seguía viendo grande ese nombre para mí, no me correspondía y prefería el diminutivo. Fui avanzando en edad y de tanto oír Sandra, me resultó hasta común, había una en cada clase y ya no lo sentía cercano. Necesitaba un cambio y no sabía cómo llevarlo a cabo. Era una crisis de identidad en toda regla y además sin justificar.

De repente, una salida llamó a mi puerta. Me fui a otro país y me convertí en Alex. La chica oculta que había en mí. Mi gran nombre, se volvió a mi medida. Era algo confuso porque siempre se ha utilizado más para hombre que para mujer pero yo siempre pensaba: "me encanta crear esa inquietud en la gente desconocida de esperar a un hombre y ser yo quien aparezca". Al volver a casa era inevitable volver a oír un Sandra, la gente estaba acostumbrada a llamarme así. En mi interior echaba de menos mi nuevo yo y encontré la manera de llevarlo conmigo. Me dediqué a darme a conocer como Alexandra y decir la típica frase de " pero me puedes llamar Alex, que es más corto". Y así, fuera de casa sería mi nuevo yo y dentro de casa, seguiría siendo la de siempre.


Y después de todo este rollo a base de mi nombre sólo me queda decir que si escribo esto, es porque quizás me esté encontrando. En las distintas partes de mí. En mis diversos nombres y sobre todo, en el espejo. Pero eso sí,si oís que me llamo Alexandra, utilizar la X al pronunciarlo.

Ya sé que veces soy una incógnita ,pero me pueden hallar...si se lo proponen.







Quizás te lo diga hoy o tal vez mañana, pero yo te quiero desde ayer.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Retales

Sus ojos marrones, una vez más calaron en mí. Marrones como el barro que piso, en el que la pena cae por mis mejillas y se convierte en mar que roza el suelo que me sostiene. Sus manos heladas rozaron las mías. Y por unos segundos, el invierno ya había habitado en mí. Islandia estaba en aquel vehículo conviviendo entre dos sombras. Fuimos bruma de lo que nuestros pensamientos desearon.

Tejimos nuestra historia con hilos finos que fueron rompiéndose con cada enganche que tuvimos. Agujeros que ni parches cubrían.
Por primera vez en años supe que no volvería a ponerme ese frágil tejido sobre mi piel. Y de repente delante de mis ojos, vi deshilacharse mi corazón. Hilo a hilo. Sin otra opción más que dejarlo caer. Convirtiéndose en hilos sueltos, perdidos, sin forma, sin creatividad y listos para transformarse en algo nuevo o incluso para volver al hueco oscuro de una caja que reposa en un desván.

Desde entonces nunca olvidaré algo clave en esta historia : yo no sé coser.